confieso haber soñado enfebrecido
con la voluptuosa memoria de tu cuerpo
ardido en el deseo de tus costuras
perdido en el infierno de la noche
buscado tu amor hasta el último momento

Confieso haber bebido en tu mirada
humedecido mi boca al recordarte
rozado tu sombra e incendiarme
robado tu inocencia en algún sueño
deseado perderme en tu universo

Qué mayor redención, entonces
que saldar mis pecados en tu piel
para al fin ahogarme sin remedio
-y penar eternamente-
sobre el costado azul de tus océanos.